La corrupción: Una sombra que contamina la política y el deporte
La corrupción es una enfermedad silenciosa que carcome los cimientos de la confianza pública, una práctica que, aunque repudiada en el discurso, sigue profundamente arraigada en múltiples niveles de nuestra sociedad. Se manifiesta con especial crudeza en dos esferas vitales: la política y el deporte.
En el ámbito político, la corrupción se convierte en un mecanismo de poder. Funcionarios que deberían servir al pueblo terminan sirviéndose del cargo, manipulando recursos, escondiendo intereses y actuando por conveniencia propia. Esta corrupción política no solo se traduce en desvío de fondos, sino en decisiones que benefician a unos pocos mientras perjudican al bien común. Y cuando esta práctica alcanza el deporte, el daño se extiende a algo que debería ser sagrado: el esfuerzo limpio, la competencia justa, el desarrollo social a través de la recreación.
El deporte, que debería ser una herramienta para la inclusión, la salud y la formación de valores, también sufre las consecuencias de la corrupción. Desde federaciones nacionales hasta comités locales, hay quienes usan sus cargos para favorecer a allegados, para inflar presupuestos, manipular elecciones internas o incluso lucrar personalmente a través de contratos y patrocinios. Así, se limita el acceso a recursos, se silencia a atletas que alzan la voz, y se obstaculiza el crecimiento de talentos reales.
Particularmente preocupante es la forma en que se eligen las directivas en las diferentes disciplinas deportivas y en los Comités Cantonales de Deportes y Recreación. En muchos casos, estos procesos están viciados desde su origen. Hay manipulación de votos, falta de transparencia, exclusión de personas preparadas y selección de candidatos por afinidades políticas o conveniencias personales. L
que deberá ser una elección democrática y orientada al bien común, se convierte en una estrategia para afianzar el control de unos pocos sobre los recursos públicos y las oportunidades deportivas del cantón o ciudad.
La corrupción en estos espacios no solo roba dinero; roba sueños. Roba la posibilidad de que un niño o niña descubra su potencial en el deporte, de que un joven sea becado por su talento, o de que una comunidad tenga acceso a actividades recreativas de calidad. Cuando se tergiversan los fines del deporte por intereses políticos o económicos, se traiciona el propósito mismo de estas organizaciones.
Es urgente, por tanto, que como sociedad exijamos rendición de cuentas, que vigilemos los procesos de elección en todos los niveles y que dejemos claro que los espacios públicos –sean políticos o deportivos– deben ser ocupados por personas íntegras, capacitadas y comprometidas con el bienestar colectivo.
Última actualización: 05/11/2025







